Lua le cuestan cosas aparentemente sencillas, como mirar a los ojos de las personas con las que habla, entender los dobles sentidos del lenguaje y no irritarse cuando hay mucho ruido.
Cuando comprendió que lo que le ocurre es que es una persona con TEA (trastorno del espectro autista) y, sobre todo, cuando se lo explicó a sus compañeros y compañeras de clase, se quitó un peso de encima.
Pero ahora, casi a punto de terminar Primaria y pasar al instituto, se enfrenta a una nueva revelación: quiere que todos le llamen Elio.